Hasta donde alcance la vista, allí, en el punto más lejano de la bóveda de cañón de laIglesia de la Compañía de Quito, hay oro. Ni siquiera dos terremotos, ni un incendio en el lado sur de la nave central y, menos aún, la construcción sobre piedra maciza con casi 500 años de antigüedad, han logrado que pierda su esplendor. "No es de oro sólido", aclara el arquitecto Diego Santander, director técnico y ejecutivo de la Fundación Iglesia de la Compañía. Lo cuenta
Natalía Estefanía Botero en El Colombiano.