Mensaje Pascual de Su Santidad el Patriarca Kirill a los obispos, pastores, monjes y a todos los fieles hijos de la Iglesia Ortodoxa Rusa
Su Santidad el Patriarca de Moscú y de toda Rusia Kirill se dirirgió a todos los obispos, pastores, monjes y a todos los fieles hijos de la Iglesia Ortodoxa Rusa con el tradicional mensaje pascual.
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Amados en Cristo obispos, honorables presbíteros y diáconos, monjes y monjas amantes de Dios, queridos hermanos y hermanas!

En esta gran y gloriosa fiesta de la Resurrección de entre los muertos del Salvador del mundo, con júbilo espiritual, y contemplando en la mente Su salida de la sepultura, dirijo a todos ustedes la exclamación de la afirmación de la vida, exclamación que está llena de fuerza interior, de irresistible verdad y alegría:

CRISTO HA RESUCITADO!

La radiante noche pascual muestra a la humanidad la plenitud del amor de Dios, amor por el cual el Hijo eterno del Padre Celestial tomó en sí a la naturaleza humana y la curó de la enfermedad del pecado, bajando luego a las profundidades del infierno para romper las cadenas de la muerte, dándonos a nosotros así la invalorable posibilidad de unión con nuestro Creador y Providente.

Al comulgar con este amor del Señor, que todo lo cubre, nosotros adquirimos una arma invencible "contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra malicias espirituales en las alturas" (Ef. 6,12). Vencemos el miedo causado por lo limitado de nuestra naturaleza humana, y adquirimos la capacidad de enfrentar sin temor a cualquier desafío, porque "en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor " (1 Jn. 4,18).

No es casual que el Evangelio, reiteradamente, nos proclame las palabras de nuestro Señor dichás para alentar, para fortalezer espiritualmente a Sus seguidores: "¡No tengáis miedo!" El miedo al futuro, el miedo al peligro, a las amenazas desconocidas, imaginarias o reales es un sentimiento conocido por muchos, pero el Señor está con nosotros, sólo si nosotros no le hemos rechazado. En los días de gloria de su victoria sobre la muerte, el Salvador, una vez más nos hace un llamado a todos nosotros: "No temas, cree solamente" (Mc. 5, 36).

Que nuestra conducta, contraria al espiritu malígno de esta mundo, sea una prueba visible de la Verdad Eterna, ya que, a pesar de que ahora vivimos en condiciones de libertad social y religiosa, el deseo de vivir de acuerdo a las normas morales cristianas todavía se percibe como de ir contra corriente. Nuestro comportamiento muestra un desacuerdo hacia los estereotipos de conducta y actitud de justificación del pecado, que insistentemente, y de forma sistemática, se inculcan, a través de los modernos sistemas de comunicación, a la vida de las personas.

Si nos avocamos al Señor, nosotros seremos capaces de salir del vacío espiritual y del egoismo reinante en el mundo, ver la luz de la Resurrección, percibirla como punto de referencia en nuestro caminar hacia la Ciudad Celestial.

La fuente de energía de este movimiento a la eternidad debe ser para nosotros la comunión del cáliz eucarístico. Que la gracia del Espíritu Santo nos fortalezca a todos nosotros, concediendo a nuestras almas una paz inalterable, firmeza en la fe, prosperidad en las virtudes.

Comulgando con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nosotros, de acuerdo a las palabras de las Sagradas Escrituras, nos convertimos en partícipes de la "naturaleza divina" (2 Ped.1, 4), capaces de cambiar nuestro estado natural. A través de la Eucaristía nosotros obtenemos la posibilidad de parecernos en todo a Aquel, quien por nosotros "se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; Y hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil. 2, 7-8).

El cambio moral y espiritual de sí mismo es el factor principal y el fundamento para la transformación de la sociedad, del puebo, del país. Es imposible mejorar todo el conjunto, no perfeccionando sus partes. La adecuada orientación de las ideas de las personas de todas las edades, de todos los grupos sociales y políticos determina directamente el bienestar de la Patria. En plena dependencia de nuestros valores de vida está la trayectoria del desarrollo de todos los países de la Rusia histórica, de nuestra Iglesia, y en su máximo significado, de toda la creación de Dios, encomendada a nosotros por el Creador, para protegerla y "cuidarla" (Gn 2,15).

En espíritu de oración, deseo a todos ustedes, queridos míos, permanecer en la continua alegría de la Resurrección del Vencedor del infierno, y contar con la abundante ayuda de las alturas en sus trabajos cotidianos.

Verdaderamente Cristo ha resucitado!

Amén.

Pascua de Cristo 2012

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