«La religión es como un clavo. Cuanto más se lo golpea en la cabeza, más penetra», dijo Anatoly Lunacharski en 1923. Y debía saber de lo que hablaba el comisario deInstrucción Pública de Lenin, que había dedicado gran parte de su vida a perseguir a la Iglesia tras el triunfo de la Revolución Rusa en 1917. Él y sus camaradas bolcheviques estaban convencidos de que podían erradicar la religión de la noche a la mañana, y como tal, se dedicaron a confiscar los bienes eclesiásticos, destruir algunos monasterios, organizar procesiones simbólicas en las que se ridiculizaba a dioses y profetas y erigir cadalsos en los que se decapitaban y quemaban efigies del Papa. Lo cuenta Israel Viana en
ABC.