Las elecciones políticas en Egipto se están desarrollando en varios pasos sucesivos y durarán muchos meses. Pero ha bastado la primera prueba electoral en El Cairo, en Alejandría y en algunas otras ciudades para sembrar alarma.
Los Hermanos Musulmanes, con el Partido de la libertad y de la justicia, han obtenido el 36 por ciento de los votos. El Bloque egipcio, que reagrupa las formaciones más sensibles a los pedidos de libertad de la plaza Tahrir, el 5 por ciento. Pero la verdadera sorpresa ha sido el 25 por ciento de votos obtenidos por el Partido de la Luz, Hizb an Nour, fundado apenas hace 10 meses por los salafitas, o sea por los islamistas más radicales.
En las cancillerías de Occidente inmediatamente se temió una alianza entre los Hermanos Musulmanes y los salafitas, que sumados totalizarían dos tercios de los escaños del futuro parlamento egipcio.
Pero es muy improbable que se dé una movida así. Para los Hermanos Musulmaneslos salafitas no son de hecho un posible aliado, sino el adversario más peligroso y hostil.
El padre Rafic Greiche, portavoz de la minúscula Iglesia católica egipcia, prevé más bien que el Partido de la libertad y de la justicia se haga aliado del bloque de los movimientos democráticos. Una previsión que para él es también un deseo: "para detener leyes no liberales y peligrosas para la minoría cristiana".
El programa político de los Hermanos Musulmanes es de 45 páginas de extensión y es lo más inaceptable que puede existir para los integristas salafitas. Así lo resume Daniele Raineri en un reportaje desde El Cairo para "il Foglio": "Adhesión plena y sin ambigüedades a los principios democráticos de la representación política y de la renovación periódica del poder con elecciones, plena dignidad de todos los egipcios frente a las leyes,ninguna discriminación por sexo, religión o raza, es decir, contra las mujeres o contra la minoría cristiana. Dos prioridades: la seguridad y la economía.
En una Hermandad que en sus 83 años de vida siempre ha alternado extremismo con moderación y con disimulo, este repentino y evidente enamoramiento para la democracia levanta sospecha.
Pero es también incontestable que si hay un modelo al cual miran hoy los Hermanos Musulmanes egipcios, este no es el islamismo fundamentalista y retrógrado de los wahhabiti de la Arabia Saudita, sino el pragmático de la Turquía de Recep Tayyip Erdogan.
La reciente visita del primer ministro turco en Egipto ha tenido una acogida triunfal. En él los Hermanos Musulmanes ven no sólo un grande líder sunnita capaz de conciliar islamismo y modernidad, sino también a aquel que ha restituido el derecho de ciudadanía al Islam popular, en una Turquía no más rehén de generales.
En un Egipto donde todos los cargos religiosos, de al-Azhar hasta la última de las mezquitas, han sido hasta ahora de nombramiento del gobierno y bajo la tutela del ejercito, la apología de la laicidad hecha por Erdogan durante su visita ha sido interpretada por muchos como un mensaje liberador, a favor de una religión finalmente liberada del control del Príncipe.
Los Hermanos Musulmanes se presentan también se presenta también con un rostro amigo para los coptos, que con más de diez millones de fieles constituyen la más grande minoría cristiana en un país árabe. Han puesto algunos de ellos en las listas electorales. Y es copto el vicepresidente del Partido de la libertad y de la justicia.
¿Pero hasta qué punto es creíble - en particular para los cristianos - esta metamorfosis de los Hermanos Musulmanes?
La matanza del 9 de octubre del 2011 en el barrio Maspero de El Cairo, con 22 coptos asesinados por los blindados del ejercito, ha sido para los cristianos de Egipto un trauma sin precedentes, más impactante que el provocado por los anteriores, innumerables actos de violencia y de vejación sufridos a manos de musulmanes.
El baluarte de protección última que, en la visión de los coptos, el ejército había sido hasta ese momento, se volvió contra ellos, también con la opinión pública en contra.
Y pasó un mes antes de que el gran imán de la mezquita de al-Azhar, Ahmad Muhammad al-Tayyeb, convocase a los líderes musulmanes y cristianos en la "Casa de las familias egipcias" y emitiese un comunicado que define "mártires" a los asesinados e invoca "medidas prácticas necesarias para reforzar el mandato constitucional del principio de ciudadanía para todos los egipcios".
El gran imán al-Tayyeb es uno de los firmantes de la amigable carta enviada a Benedicto XVI por los 138 intelectuales musulmanes después de la lección de Ratisbona. Pero es también el que ha roto relaciones con el Vaticano tomando como pretexto la plegaria del Papa por los cristianos asesinados en el atentado del pasado Año Nuevo en una iglesia copta de Alejandría de Egipto y por todas las víctimas de la violencia interreligiosa.
Al-Tayyeb también ha rechazado tomar parte en el encuentro de Asís del pasado 26 de octubre. Antes de ser gran imán de la primera mezquita de El Cairo, ha sido el gran mufti y rector de la universidad de al-Azhar, la más importante del mundo musulmán sunnita. Todas las veces con nombramiento hecho por el presidente Mubarak, del cual, después de su caída, ha tomado distancia marcadamente.
Es un hecho que la relación entre musulmanes y coptos, en Egipto, se ha deteriorado mucho de un siglo a esta parte.