¡Amados en el Señor Excelentísimos obispos,honorables presbiteros y diáconos, monjes y monjas que quieren a Dios, queridos hermanos y hermanas!
Ahora la Santa Iglesia glorifica con luz y alegría el misterio del nacimiento por la Purísima Vírgen María de nuestro Señor y Salvador Jesús Cristo.
El Creador, amando a Su obra, se manifestó en su condición de hombre, estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; solo que él jamás pecó (1 Timoteo 3, 16; Hebreos 4, 15). El Niño se acostó en el pesebre de Belén. Lo hizo para salvar al mundo de la decadencia espiritual y moral, para liberar al hombre del temor ante la muerte. El Creador nos propone aceptar uno de los dones grandísimos: Su amor Divino, plenitud de la vida. En Cristo estamos capaces a hallar la esperanza que triunfa sobre el temor, alcanzar la santidad y inmortalidad.
Él llega a nuestro mundo, deshecho por el pecado, para con Su nacimiento, Su vida, Sus sufrimientos, Su muerte en la cruz y Su resurección glorificada aprobar el nuevo ley, nuevo mandamiento, el del amor.“Os doy este mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros. Así como yo os amo, debéis también amaros los unos a los otros” (Juan 13, 34). Estas palabras el Señor dirigió a sus discípulos y, a trevés de ellos, a todo el mundo: a los que habían vivido en aquello tiempo, a los que viven ahora y a los que vivirán después de nosotros, hasta el fín de los tiempos.
Cada persona está llamada a responder a este mandamiento con sus oficios. Como Cristo mostró la misericordia verdadera, benevolencia infinita a nuestros defectos, así mismo debemos ser misericordiosos y clementes a los seres humanos. Hay que preocuparse no solo de nuestros parientes y próximos, aunque de ellos tenemos que preocuparse sobre todo (1 Timoteo 5, 8), no solo de nuestros amigos y adictos, sino también de los que todavía no tienen unión con Dios. Estamos llamados a imitar el amor del Salvador, orar por los que nos persiguen y ofenden (Mateo 5, 44), continuamente tener en nuestro pensamiento el bien para todo el pueblo, la Patria y la Iglesia. Cada uno de nosotros, haciendo buenos oficios, puede mejorar, por lo menos un poco, la realidad que nos rodea. Solo así, conjuntamente, podemos ser más firmes. Porque la arbitrariedad no puede triunfar sobre el amor, como las tinieblas no pueden apagar la luz de la vida verdadera (Juan 1, 5).
En la historia de nuestra Patria hay muchos ejemplos de la superación por nuestro pueblo de las dificultades, de la salida digna de él de las pruebas más difíciles.
Muchos de estos acontecimientos hemos recordado en el año pasado. Hemos celebrado el 400 aniversario de la superación de de Época de Revueltas que se acabó con la expulsión de los intervencionistas y la recuperación de la unidad nacional. Ha sido celebrado también el 200 aniversario de la Guerra Patria del 1812, durante la cual nuestros antepasados habían resistido contra “los doce idiomas”: gran ejercito, reunido por Napoleón en toda Europa conquistada.
El año 2013 será marcado por la celebración de los 1025 años del Bautizo de Rusia por el San Gran Príncipe Vladímir, Igual a los Apóstoles. La adopción de la fe ortodoxa fue inicio de la nueva era en la vida de nuestro pueblo. La luz de la verdad de Cristo, que brilló en las benditas colinas de Kíev, y ahora ilumina los corazones de los habitantes de los países de la Rusia Histórica, guiandonos por el camino de los buenos oficios.
Resumiendo los resultados del año pasado, elevemos nuestra gratitud a Dios por Sus gracias grandes y ricos, por los dolores que Él ha puesto ante nosotros. En transcurso de toda su historia la Iglesia no ha conocido largos períodos de la prosperidad: después de los tiempos de la paz y tranquilidad siempre han llegado los tiempos de adversidades y pruebas. Pero en todas condiciones la Iglesia con su palabra y obra ha proclamado la verdad Divina; lo proclama ahora también, dando testimonio de que la sociedad, construida sobre los principios del provecho, la permisividad, la libertad no limitada, el desaire por las verdades eternas, la negación de las autoridades, está enferma mentalmente y le amenazan otros peligros.
Os llamo a todos a la paciencia, ordenada por Dios, y a la oración por la Madre Iglesia, por el pueblo de Dios, por la tierra natal. Recordad siempre las palabras del Apóstol de las lenguas: “Manteneos alerta y firmes en la fe. Tened mucho valor y firmeza. Y todo lo que hacéis, hacedlo con amor” (1 Corintios 16, 13-14).
Felicitando cordialmente a vosotros por el festejo actual, pido oracionalmente por todos nosotros al Niño Dios Cristo las fuerzas espirituales y físicas para que cada uno de nosotros pueda con su ejemplo personal dar testimonio al mundo que el recién nacido nuestro Señor y Dios es amor (1 Juan 4, 8). Amén.
+KIRILL,
PATRIARCA DE MOSCÚ Y TODA RUSIA
Navidad de Cristo
2012/2013
Moscú