Para entonces en ese país se habían establecido no pocos originarios del Viejo Mundo que profesaban la ortodoxia. Mayoritariamente eran griegos, serbios, montenegrinos, dálmatas y un pequeño grupo de rusos. Sus representantes se entrevistaban con el capitán del clíper Pável Vulf con la esperanza de que esta persona lleve hasta San Petersburgo un preocupación común de los emigrantes ortodoxos.
“La delegación se dirigió a mí con la petición de interceder por ellos ante Su Majestad el Emperador para que se construya en Buenos Aires un templo ortodoxo –escribía el capitán. – Por mi parte, reuní una pequeña suma de dinero que entregué al cónsul para la creación de un fondo al respecto”.
El Emperador ruso Alejandro III respaldó tan buena iniciativa. Ya en junio de 1888 se decide la apertura en Buenos Aires de una iglesia ortodoxa rusa, que se anexa a la misión diplomática de Rusia. En enero de 1889 se celebró el primer oficio ortodoxo en América Latina. Acto seguido se administraron los sacramentos de bautismo a los recién nacidos y de matrimonio.
La primera criatura bautizada recibió el nombre de Alexander, en honor del Emperador de Rusia. Los parroquianos no ocultaban su alegría. No obstante, el nuevo sacerdote Konstantín Izraztsov, que llegó a Buenos Aires en 1891, no estaba conforme con el aspecto exterior y la decoración interior de la Iglesia que se alojaba en dos habitaciones de una casa particular.
El superior se planteó el objetivo de levantar en Argentina un verdadero templo ruso. La colonia de ortodoxos en Buenos Aires se iba agrandando y el Padre Konstantín quería que ellos tengan un lugar digno para las oraciones y los oficios religiosos. El sacerdote de golpe afrontó dificultades financieras, pero no se desanimó. Logró adquirir un terreno, pero esto era tan solo el principio. La construcción del templo requería enormes inversiones.
El Padre Konstantín obtuvo el beneplácito del Santo Sínodo con una abultada suma de dinero para la encarnación de su idea. En 1897 el sacerdote pasaba sus vacaciones en Rusia atareado con la búsqueda de medios para la ejecución de su proyecto. Publicó un llamamiento a los compatriotas, viajaba por ciudades pronunciando sermones, llamaba a hacer donaciones para la construcción del templo ortodoxo en la lejana Argentina. Los llamamientos del padre Konstantín fueron escuchados. El Emperador Nikolái II le ofreció una audiencia. El Soberano escuchó con interés el relato del sacerdote sobre la vida de los ortodoxos en la Argentina y donó una suma redonda de sus medios personales para la construcción del templo ruso en Buenos Aires. Los miembros de la familiar imperial también hicieron sus aportes. Muchas conocidas personalidades de Rusia apoyaron asimismo el acto de beneficencia.
Se recolectaron medios suficientes para plasmar el sueño del Padre Konstantín. En diciembre de 1898 se echaron los cimientos de la Iglesiade la Santísima Trinidad en Buenos Aires. En 1901 fue consagrado el hermoso templo, construido según el estilo arquitectónico de las iglesias moscovitas de los siglos 17 y 18. Fue una gran fiesta para los cristianos ortodoxos residentes en Argentina. A ella asistieron el presidente de la república Julio Roca, se encontraban presentes ministros, el cuerpo diplomático, las autoridades urbanas.
La aparición en Buenos Aires de una Iglesia ortodoxa fue acogida como manifestación de las buenas relaciones entre Argentina y Rusia. Los diarios argentinos dieron una amplia cobertura a este acontecimiento. Los periodistas destacaron la brillante prédica del Padre Konstantín, en la que propugnaba la hermandad de los pueblos y expresó su gratitud a la Argentina por el techo dado a sus compatriotas.
En la carta remitida al Santo Sínodo en San Petersburgo comunicaba:“Si es permisible hablar así, ha sido el debut de la ortodoxia en América del Sur, donde antes la población tenía las nociones más vagas sobre nuestra Iglesia...” Ahora todos los curiosos podían ver las peculiaridades de los ritos ortodoxos de adoración a Jesucristo y escuchar los “divinos cánticos” bajo las cúpulas de la Iglesia de la Santísima Trinidad.
El diácono Iván Milenko servía de salmista en la Iglesia. También daba clases de aritmética y castellano en la escuela organizada para los niños de los compatriotas anexa a la Iglesia. Entonces muchos argentinos se enteraron de que los sacerdotes ortodoxos, a diferencia de los católicos, no hacen voto de celibato y pueden casarse. El padre Konstantín y el diácono Iván Melenko llegaron a Buenos Aires con sus esposas. “Ellas nos ayudan mucho con el canto en el coro, preparando las hostias, dando clases a los alumnos en las escuelas, y todo lo hacen de forma desinteresada” –escribía Konstantín Izraztsov al Santo Sínodo, pidiendo bendecir a estas mujeres por su trabajo.
La Iglesia de la Santísima Trinidad adquirió un significado muy especial para los inmigrantes rusos. Entre 1906 y 1913 el número de emigrantes del Imperio Ruso en la Argentina ascendió a 120 mil. Muchos de ellos tuvieron que afrontar grandes dificultades para organizar su vida en el nuevo lugar.
Los inmigrantes se vieron muy afectados por la crisis económica desatada en la Argentina. Iban al templo en busca de ayuda, consolación y protección. El Padre Konstantín abrió para ellos anexo a la Iglesia una pequeña tienda de productos y artículosno caros y un asilo para los necesitados. Reunió donaciones para los súbditos indigentes del Imperio Ruso y ayudaba a regresar a la patria a todo el que lo deseaba. Pero de a poco la vida de los inmigrantes se iba organizando, y anexo a la Iglesia el sacerdote organizó un círculo cultural-educativo para los obreros rusos, una sala de lectura, un coro de aficionados y un grupo de arte dramático, que actuaban ante los compatriotas.
Los campesinos que llegaban de Rusia eran personas profundamente religiosas. Ellos se instalaban a lo largo y ancho de la Argentina. Muchos nativos de Rusia eran enviados a la provincia de Misiones a roturar nuevas tierras. Sin haber terminado de construir debidamente sus casas, ellos empezaron a levantar pequeñas capillas, donde rezaban ante los iconos que habían traído. Para las personas alejadas de su patria la fe adquiría un sentido especial. Las imágenes santas a veces se colocaban en postes a la entrada de la colonia. El Padre Konstantín con frecuencia iba a esos lugares para ofrecer respaldo espiritual al rebaño. En 2008 consagró Iglesias ortodoxas en Azara y Tres Capones, construídas con medios de los creyentes. Merced a las diligencias del sacerdote, el Padre Tijon fue enviado de Rusia a Misiones. Éste trajo consigo un don del Zar Nicolás II: una campana que fue instalada junto a la Iglesia de Tres Capones. Dicen que su tañido se escuchaba muchos años en la comarca a una distancia de hasta 18 kilómetros, hasta que en la “campana del zar” se produjo una fisura.
El rebaño ortodoxo en la Argentina se agrandaba de forma permanente. Tras la revolución bolchevique rusa en octubre de 1917 y después de la II Guerra Mundial muchos emigrantes rusos encontraron asilo en ese país latinoamericano. El Padre Konstantin, que servía fielmente a la fe y a sus hermanos ortodoxos, también se convirtió en el guía espiritual de esas nuevas personas que llegaban. En torno al templo se consolidó una colonia de refugiados. En 1947 el diario “Russkaya Misl” (Pensamiento ruso), que se publicaba en París, escribía:
“Actualmente, la Iglesia en Buenos Aires representa en sí un punto central tanto para las oraciones de los rusos como para los encuentros, a semejanza de la Iglesia en rue Daru en París. Es un faro hacia el que se dirigen aquellos que acaban de desembarcar. Por lo que se refiere a los emigrantes rusos, esperábamos que fueran unos 25 mil. Tal fue la cantidad de visas solicitada por el Padre Konstantín Izraztsov al presidente de la República Argentina. Cabe señalar que el honorable pastor goza del gran respeto y confianza de las autoridades argentinas. Las listas firmadas por él pasan sin trabas a la Dirección de Inmigración”.
El aumento del número de oriundos de Rusia se tradujo en la creación de nuevas parroquias en el Gran Buenos Aires. Después de Misiones aparecieron en la provincia de Chaco. En Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile también se abrieron templos ortodoxos con participación del Padre Konstantín. El clérigo falleció en 1953 y fue sepultado en la entrada, a la derecha de la escalera que conduce a la parte superior de la Iglesia de la Santísima Trinidad. Dos años despues, allí mismo encontró su último reposo la esposa del Padre Konstantín – “la madre Elena”. La inscripción en la lápida sepulcral, reza: “Este sepulcro fue hecho con permiso especial del presidente de la República Argentina, general Juan Domingo Perón».
El Padre Konstantín no llegó a ver en Buenos Aires la nueva Catedral de la Resurrección, en la que se oficios episcopales. Era el templo principal de la nuevamente creada diócesis argentina de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Fue contruida en la segunda mitad de la década de los 50 del siglo XX con los medios aportados por los inmigrantes rusos, que llegaron a la Argentina ya después de la II Guerra Mundial. Los nombres de aquellos que hicieron donaciones para la Catedral de la Resurrección fueron inscriptos en el muro lateral. Los propios feligreses ortodoxos con gran entusiamo participaban en las labores de construcción. Incluso el prelado, el arzobispo Afanasi, ayudó en la construcción: llevaba ladrillos y arena en la carretilla.
En tiempos de la Unión Soviética, la Iglesia Ortodoxa Rusa en el exterior no quería tener relación alguna con el Patriarcado de Moscú. Pero, tras el derrumbamiento de la URSS y la proclamación de la nueva Rusia independiente, la situación empezó a cambiar de forma paulatina. Los jerarcas eclesiásticos tuvieron que dar muestras de perseverancia y tenacidad para superar los años de desconfianza mutua. En 2007, por fin, se firmó el Acta de Comunión Canónica entre las dos ramas de la Iglesia Ortodoxa Rusa, con el fin de superar el alejamiento que se produjo en los años del poder soviético. Y antes de esto realmente era difícil imaginarse que en la Catedral de la Resurrección en Buenos Aires se celebrarán oficios religiosos conjuntos con participación de altos clérigos del Patriarcado de Moscú y de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el exterior.
En los últimos años la Iglesia Ortodoxa Rusa en el extranjero tenía en América Latina 34 iglesias y capillas. La diócesis sudamericana del Patriarcado de Moscú contaba con 18 parroquías, la mayoría de ellas en Argentina y Brasil. Argentina es considerada el centro del mundo ortodoxo de América Latina. Allí se alojó la diáspora rusa más numerosa. No en vano, cuando en 1988 se celebraba el Milenio de Cristianización de Rusia, se inauguró una plazoleta y un paseo peatonal que lleva el nombre de San Vladimiro, Gran Príncipe que se convirtió al Cristianismo e inició la cristianización de Rusia, y en ella se instaló un monumento al legendario gobernante.