Опубликовано: 28 декабря 2010

La Iglesia Ortodoxa en América (IOA) y la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero (IORE) tienen su origen en la Iglesia Ortodoxa Rusa, ambas iglesias tienen una larga historia en el continente de América del Norte. Precisamente la Iglesia Ortodoxa Rusa fue la que envió los primeros misioneros a América, fundó las primeras parroquia, enviando aquí a los primeros obispos, y estableciendo las primeras diócesis. Hasta la revolución bolchevique, la Diócesis de América del Norte de la Iglesia Ortodoxa Rusa representaba aquí la principal autoridad canónica eclesial, y aunque había parroquias, que representaban a diferentes culturas y lenguas, muchas de ellas estaban al cuido pastoral del obispo de la Iglesia Ortodoxa Rusa. En consecuencia, no cabe duda de que la aparición de múltiples jurisdicciones en este continente fue el resultado del caos eclesiástico que siguió a la revolución de 1917.
En siglo XX, la vida y el testimonio de la Iglesia Ortodoxa Rusa fue brutalmente perseguido por el régimen bolchevique totalitario y ateo, que llegó al poder como resultado de la revolución comunista de 1917. En el transcurso de muchas décadas de persecución, de campos de exterminio y de los Gulag, fueron torturados hasta la muerte un gran número de obispos, sacerdotes, monjes y laicos. Miles de iglesias y monasterios fueron profanados y destruidos. En la vida social la voz de la Iglesia fue callada. El ministerio de caridad y de educación fue prohibido. Durante campañas masivas contra la religión y mediante la introducción de leyes injustas, los fieles –tanto clérigos como y laicos– se vieron privados de sus derechos, y como objetos de burlas y discriminación, se encontraron fuera de la sociedad.
Las décadas de persecución a los creyentes fue una época de sufrimiento humano y crueldad, comparable sólo con el genocidio. Este fue también un tiempo para dar testimonio de Cristo y de fidelidad hasta la muerte. El sufrimiento padecido por la Iglesia Ortodoxa Rusa en la época soviética, influyó y en la vida de la Iglesia fuera de Rusia.
La pérdida del apoyo de Rusia y del contacto con la Iglesia Ortodoxa Rusa, así como la situación de incertidumbre existente causó, en las Diócesis Aleutiana y de América del Norte, confusión y caos. De esta confusión surgió la Iglesia Ortodoxa Greco- Católica Rusa en Estados Unidos (comúnmente conocida como Arquidiócesis de América del Norte), que es hoy la Iglesia Ortodoxa en América.
Millones de refugiados que huían de la revolución y la guerra civil en Rusia y que se establecieron en los Balcanes, Europa Occidental, Asia, América del Norte y del Sur y Australia, estaban ansiosos de encontrar consuelo y apoyo en la vida eclesial.
Con respecto a la situación del clero y las parroquias de la Iglesia Rusa en el extranjero éstas continuaron su desarrollo siguiendo dos distintas direcciones. Una de las direcciones fue el deseo de crear una única administración central de la Iglesia, que dirigiera la vida de la Iglesia en el extranjero hasta el cambio de la situación en la patria y el restablecimiento de la plena libertad del Patriarcado del control soviético. La segunda, fue el deseo de establecer una plena independencia de autogobierno de la Iglesia Ortodoxa en América del Norte.
Estas dos direcciones fueron el conflicto por excelencia entre los obispos, el clero y las parroquias de la futura Iglesia Ortodoxa en América y el clero, obispos y parroquias, de la parte central restante de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero.
Sin embargo, incluso después de la ruptura de relaciones, sucedida durante el VII Concilio de toda América en 1946, entre la Arquidiócesis de América del Norte y la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero hubieron períodos en que se observó una estrecha cooperación y asistencia mutua. Incluso después de haberse debilitado la estrecha cooperación, la Arquidiócesis de América proporcionó apoyo y hospitalidad a la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero cuando el Sínodo de los Obispos se trasladó de Europa a los Estados Unidos.
El 11 de diciembre de 1950, en Nueva York, tuvo lugar el encuentro de los Mitropolitas Anastasio y Leonti y los obispos de la Arquidiócesis y de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero. De acuerdo al protocolo oficial del Concilio de obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero: “En la reunión se acordó, por unanimidad, que el triste hecho de la división de la Iglesia causa un daño significativo a la causa sagrada de la Iglesia de Cristo: debilita la predicación de la ortodoxia, socava la disciplina eclesial y el sentido de responsabilidad entre los ministros de la Iglesia, es una tentación entre los fieles, disminuye el prestigio de la Iglesia entre las demás confesiones y dificulta la causa de la lucha contra el ateísmo militante. Se determinó, por unanimidad, que la unidad de la iglesia es necesaria.”
En el protocolo también se habla que “después de discutir las vías prácticas para la unidad eclesial, los jerarcas de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero en conjunto con los obispos de la Arquidiócesis de América, en común acuerdo, reconocieron que lo más apropiado, en este momento, es la preservación de las instituciones existentes de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero y de la Arquidiócesis de América, que existirían de forma paralela, pero que estarían en mutua cooperación fraterna, convocando periódicamente a consulta a los obispos de las dos organizaciones eclesiástica para la resolución de problemas comunes o controvertidos con la firme esperanza de que nuevas vías a seguir, para una más estrecha unión canónica, con la ayuda de Dios, serían señaladas por la misma vida.”
Después de la reunión de los dos jerarcas máximos, y de los miembros de sus Sínodos, el Gran Concilio de Obispos de la Arquidiócesis de América del Norte, emitió un mensaje pastoral de su Eminencia del 2/15 diciembre de 1950, que contenía la siguiente declaración:
“Que cese la enemistad entre los hermanos y se afirme el respeto mutuo basado en el reconocimiento general de la existencia de dos vías eclesiásticas en este país, una permanente y la otra temporal, relacionada a los excepcionales sufrimientos de nuestro tiempo, de terribles acontecimientos y presentimientos, que imperiosamente exigen de todos la mayor resignación ante Señor, el más grande amor fraterno y un apoyo moral mutuo. Con éso no se rompe, sino que se refuerza aún más el camino histórico de nuestra Arquidiócesis.
Con las dos visitas, que tuvieron lugar después de la clausura del Concilio, el 11 de Diciembre, del Mitropolita Anastasio al recién elegido Primado de la Catedral del Santo Manto, y del diálogo de nosotros, obispos, efectuada por la noche de ese mismo día con los jerarcas de la juridiscción de la Iglesia Rusa en el Extranjero, que nos visitaban, se determina la posibilidad de sobrellevar una vida paralela amistosa, bajo la condición de un mutuo respeto y una delimitación clara de sus derechos canónicos y fundamentos históricos. La Iglesia Rusa en el Extranjero tiene su propia congregación y en el territorio de América. Ella extendió su tienda de campaña peregrina y en este país. Que la paz de Dios sea con sus jerarcas, sus buenos pastores y sus gentes de buena voluntad!
Que prevalezca el amor fraternal, y así lograr el perdón mutuo de los errores del pasado! La Arquidiócesis de América desea vivir en paz y con estos sus hermanos, sobre las bases de la estadía provisional de su dirección jerárquica en el territorio de América hasta la realización de un futuro Cocilio Local de toda Rusia.
Ningún tratado o acuerdo protege esta decisión de nuestra convivencia eclesiástica. Se basa en las exigencias de la vida misma y los claros preceptos del Salvador: "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13:35).
La clara e incondicional decisión de nuestra propia forma canónica, resuelta en el 8-vo Concilio de toda América, nos obliga a un amor fraternal en relación con aquellos que, deseando conservar una separada y provisional administración eclesiástica construida junto a nosotros, también son nuestros hermanos en Cristo.”
Pese a los esfuerzos concertados para promover las relaciones fraternas las vías de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero y la Arquidiócesis de América se mantuvieron separadas.
En 1970, después de recibir el Tomos de Autocéfala y del reconocimiento de su autoadministración, la Arquidiócesis de América logró la comunión eucarística y restaurar la reconciliación con la Iglesia Ortodoxa Rusa (Patriarcado de Moscú).
A principios del siglo XXI, en Rusia, hubieron profundos cambios: fue restablecida la vida eclesial, restauradas miles de iglesias y monasterios, otorgada la libertad de predicar el Evangelio entre la sociedad rusa, se logró un diálogo entre la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero y el Patriarcado de Moscú, que condujo a la restauración de la unidad canónica a través del Acta de Comunión Canónica en 2007.
Ha llegado el momento en que la Iglesia Ortodoxa en América y la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exterior de forma conjunta y en un espíritu de mutuo arrepentimiento y perdón, declaren, que estamos dispuestos a vivir juntos como hermanos en Cristo, y como Iglesias hermanas, conjuntamente predicar el evangelio de Cristo y la Santa Fe Ortodoxa. Este común testimonio debe ser expresado más claro y plenamente en la comunión ecucarística.
Junto con esto, vemos la necesidad de una cooperación armoniosa en tales proyectos conjuntos como la educación pastoral, escuelas parroquiales, actividades de educación e información para los estudiantes, traducción de los Servicios Divinos, atención a los pobres y necesitados, y esfuerzos misioneros. Para la cooperación armoniosa tenemos que reflexionar juntos sobre los problemas teológicos, pastorales y litúrgicos encontrados en nuestro camino de servicio en América del Norte. Reafirmamos también la necesidad de estudiar y elaborar conjuntamente una compresión común de la historia de nuestras Iglesias. A estas esperanzas y esfuerzos pueden contribuir y ayudar las reuniones periódicas entre nuestros Primeros Jerarcas, obispos, clero y laicos para debatir cuestiones relacionadas a las dos Iglesia, incluyendo y problemas teológicos, litúrgicos y pastorales.
En la búsqueda de la unidad ortodoxa en el continente estamos dispuestos a apoyar los procesos y los objetivos expresados en las resoluciones de la Reunión de toda la Ortodoxia en Chambesy en junio de 2009, en particular, la participación activa de ambas iglesias en las Congregaciones Episcopales regionales.
El mensajes extraído de la Epístola de San Pablo a los Efesios está dirigido también a nosotros, los miembros de la Iglesia Ortodoxa en América y la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exterior: “…los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos (Efesios 4, 1-6).”
Trabajando “para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12), pedimos la intercesión y la bendición de San Tijon, Patriarca y Confesor de Moscú e Iluminador de América del Norte, y de todos los santos que brillaron en este continente.
Comisión de la IOA
Obispo de Filadelfia y Pensilvania Oriental Tijon
(Presidente)
Arcipr. Leonid Kishkovsky
Arcipr. Alexander Garklavs
Arcipr. John Erickson
Higúmeno Alexander (Pihach)
Alekséi Liberovsky (Consultor)
Comisión IORE
Obispo de Mayfield George (Presidente)
Archimandrita Lucas (Murianka)
Arcipr. Alexander Lebedev
Arcipr. David Moser
Padre Peter Jackson
Arcipr. Serafim Gan (Consultor)